Cuando la cantidad se convierte en cualidad
Cuando la cantidad se convierte en cualidad
TERAPIA GESTALTCRECIMIENTO PERSONALVIVENCIASAUTOCONOCIMIENTO
Raquel Ayala Romera
8/14/20242 min read
Dentro del capítulo titulado “El bien y el mal” del libro Yo, hambre y agresión de F. Perls, se habla de esta ley dialéctica. Leí el libro hace muchos años y aún me sigo acordando de esta parte. Explica un comportamiento aparentemente contradictorio y en el que cada vez que caigo, me sigo sorprendiendo por cómo lo vivo, y qué difícil es de controlar.
Según Perls, la gratificación inmediata no produce recuerdo ni placer (afirmación que ha sido validada por la ciencia). Para que la satisfacción de una necesidad quede registrada en el organismo, debe haber un espacio de tiempo entre que ha surgido la necesidad y queda satisfecha. Este espacio de tiempo genera una tensión, que, a veces queda resuelta cuando se satisface la necesidad, y otras veces (cuando la espera es más de la normal), hace que la cantidad se convierta en cualidad: ya no queremos lo que esperamos, no queremos el objeto de deseo porque ya no es bueno, ahora es malo, ya no nos da placer, ahora duele. Ha cambiado su cualidad de bueno a malo.


A mí me ha pasado cuando me hacen esperar más de la cuenta. Cuando alguien con quien he quedado para tomar algo llega tarde, ya el enfado es más grande que las ganas de compartir, de tal manera que soy incapaz de disfrutar del rato. También se ve este comportamiento en los niños pequeños, que se frustran cuando no tienen inmediatamente el juguete que quieren y se ponen a llorar, y si se lo damos cuando ya han empezado a llorar, lo quitan con un manotazo, no lo quieren.
Si lo pensamos racionalmente, parece algo mágico el que cambie la cualidad -de bueno a malo- de un objeto simplemente por el tiempo en el que hemos estado esperándolo. Desde la psicología del aprendizaje, la explicación es que ha quedado condicionado aversivamente con el malestar que a la persona le ha generado la espera. Trasladamos al objeto nuestras expectativas y echamos la responsabilidad fuera. Algo aprendido desde que somos pequeños: decimos “mesa mala” cuando nos hacemos daño al tropezarnos con ella. Es la persona que me ha hecho esperar la que tiene la culpa de que ahora no podamos disfrutar del tiempo juntas porque ha llegado tarde, porque no ha cubierto mis expectativas, y ahora ya no me apetece estar con ella, ya no quiero lo que me tenga que ofrecer. Que se lo hubiera pensado antes de anteponer otras cosas a nuestra cita. Nos convertimos en el niño con la rabieta porque no tiene su juguete justo en el momento en el que él quiere.
La enfadada, de Paul Gauguin
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